Gilgamesh

Por librosymusica

 

Éste es el primer libro de la humanidad; la historia más antigua de la Historia. Y tenemos el privilegio de saberlo. No me refiero a libro impreso, sino a libro escrito: proviene en primera instancia de Sumeria, la primera civilización humana, que se desarrolló entre los ríos Tigres y Éufrates (Mesopotamia) a partir del 4,500 a.C., aproximadamente. Es decir, hace más de 6 mil años. Ahí surgió la primera escritura, alrededor del 3,500 a.C., que utilizaba caracteres cuneiformes grabados en tablillas de arcilla.

Primera civilización, primera escritura, primer obra escrita. Ésta versa sobre Gilgamesh, que fue un rey de una ciudad sumeria, Uruk, alrededor del 2,700 a.C. Pero el personaje de carne y hueso, que de verdad existió, se convirtió en los escritos en un personaje mitológico, y ese mito se fue reescribiendo y modificando a lo largo de los años, siglos y milenios, primero por los sumerios y posteriormente por los pueblos acadios, de origen semítico, que sucedieron a Sumeria.

De hecho, el poema o épica de Gilgamesh llega a nosotros como obra babilónica, en lengua acadia. Es decir, nos llega como traducción. Y nos llega como una obra íntegra, porque anteriormente, en lengua sumeria, no era una sola historia sino diferentes relatos sueltos. Trataré de dilucidar un poco este enredado derrotero del libro, oscurecido por los anales del tiempo:

En el origen, las aventuras de Gilgamesh se cuentan en cinco poemas o cantos escritos en lengua sumeria, que al parecer no tenían relación entre sí (o es lo que se considera hoy en día). El más antiguo probablemente data del 2,100 a.C. o incluso antes. Entiendo que estas tablillas en sumerio acerca de Gilgamesh no existen o se desconoce su destino: se sabe de ellas a través de tablillas copiadas de otras tablillas, todas ellas en acadio. Ciertamente, tablillas en sumerio sobre otros temas existen aún: en 2016 se encontró una extraviada en la universidad de Cambridge, del 4,200 a.C., cuyo escrito es una lista de transacciones comerciales de frascos de grasa de cerdo. Desafortunadamente, mucho del acervo sumerio se perdió en siglos pasados por la rapiña de ladrones y traficantes que comerciaban con las tablillas en todo el mundo.

Posteriormente, fueron los babilonios quienes compilaron estas historias sueltas en un único relato, en su lengua acadia. Al parecer, los pueblos semíticos que sucedieron al Estado sumerio se habían dado cuenta de que el legado de ese pueblo se perdería, y decidieron poner por escrito las tradiciones orales o copiar las obras de los sumerios que ya se encontraban escritas. La más antigua de estas versiones íntegras, conocida como paleobabilónica, se hizo alrededor del 1,700 a.C., pero de ella se conocen pocas tablillas.

Una versión posterior data de entre 1,300 y 1,000 a.C., y se le conoce como la versión estándar. Fue compilada por un sacerdote o escriba llamado Sin-leque-unnini y es más larga que la versión paleobabilónica. Consistió de doce tablillas, y en la actualidad se han recuperado dos tercios del texto contenido en las mismas. Las mejores copias de esta versión fueron encontradas en las ruinas de la biblioteca del rey asirio Asurbanipal, quien en el siglo VII a.C. había mandado reunir todas las obras escritas conocidas en el mundo y, en particular, las obras sumerias.

La biblioteca de Asurbanipal, que se encontraba en la ciudad de Nínive, se había perdido en un incendio provocado durante una invasión y destrucción total de la ciudad en el 612 a.C., pero al parecer durante el incendio las tablillas de arcilla se cocieron, y así se pudieron preservar entre las ruinas por más de 1,200 años hasta que fueron desenterradas por arqueólogos en el siglo XIX. Gracias a ello pudo recuperarse la mayor parte de la épica de Gilgamesh, entre otros trozos de la historia sumeria y la acadia. H.G. Wells llamó a la biblioteca “la fuente de material histórico más valiosa del mundo”.

Hoy en día, la epopeya permanece incompleta, pero conforme se han ido descubriendo más y más fragmentos escritos, la epopeya se ha ido enriqueciendo. La base de la historia la constituye la versión estándar, y los huecos en ella se han ido cubriendo con lo que hay en la versión paleobabilónica y con otras tablillas sueltas, si bien cada una de estas versiones cuenta la historia con algunas diferencias.

Si tuviéramos que hacer una compilación que contenga las obras ficticias de la humanidad en orden cronológico, ya sea para generaciones futuras o para una comitiva de extraterrestres, Gilgamesh sería la primera de la lista, antecediendo a la Ilíada y a la Odisea. Y si se tratara de una compilación de las mejores obras de la humanidad en orden cronológico, Gilgamesh seguiría siendo la primera, pues es además un buen libro; un gran libro, pero además de gran originalidad.

La historia es de carácter mitológico, donde Gilgamesh es un semidiós. Se narran sus aventuras en cinco partes, que abrevio así, basado en la traducción de Silva Castillo:

  1. El encuentro de los héroes – Gilgamesh es el rey de Uruk. Aunque es considerado un héroe en la ciudad, «el más famoso de los reyes, célebre, prestigioso», sus súbditos se hartan de su despotismo, pues fuerza a los hombres a guerrear y acosa a las mujeres. Por eso los súbditos piden a los dioses que creen un ser que le haga frente. Los dioses crean a Enkidú, que es como un animal salvaje, «cubierto de pelo su cuerpo todo», pero que se humaniza gracias a Shámhat, una hieródula o prostituta sagrada que le enseña a comportarse como hombre. Shámhat y Enkidú arriban a Uruk con la intención de casarse, pero Gilgamesh interfiere. Entonces Enkidú y Gilgamesh luchan; Gilgamesh se rinde pero los dos se hacen amigos.
  2. Las proezas – Los amigos Gilgamesh y Enkidú realizan una expedición al bosque de los cedros y se enfrentan al monstruo Huwawa que habita en él. Luego, Ishtar, la diosa del amor, se enamora de Gilgamesh, pero éste la rechaza; despechada, pide a los dioses que envíen al toro del cielo a invadir Uruk, para que se enfrente a Gilgamesh. Enkidú y Gilgamesh luchan con el toro y lo matan. El pueblo celebra, pero los dioses enfurecen. En un sueño, a Enkidú se le revela que por haber matado a Huwawa y al toro del cielo, los dioses han determinado que él debe morir.
  3. El castigo divino – Enkidú enferma y muere, y es enviado al inframundo o infierno. Gilgamesh se lamenta por la muerte del amigo. Se describe lo que es el infierno.
  4. El viaje en pos de la inmortalidad y el fracaso – Al ver que Enkidú ha muerto, Gilgamesh cae presa de la angustia de morir él también, ya que, a pesar de ser un semidiós, no es inmortal. Se dirige entonces al Este, más allá de las montañas gemelas, a buscar a Utanapíshtim, el único hombre al que le había sido dado el don de la inmortalidad por haber salvado a los hombres y demás seres vivientes durante un diluvio, gracias a que construyó un arca. Gilgamesh quiere verlo para que le revele el secreto de la inmortalidad. Hace el viaje, pero al llegar a donde habita Utanapíshtim éste le cuenta del diluvio y explica que el don sólo le puede ser dado por los dioses, y que no hay forma de pedirlo. Gilgamesh se lamenta, y Utanapíshtim se compadece y le entrega una planta que es la fuente de la juventud (si bien no de la inmortalidad) y que quita la ansiedad, pero en el trayecto de regreso a casa Gilgamesh pierde la planta (una serpiente se la roba mientras se bañaba). Al llegar a Uruk, Gilgamesh se resigna y concluye que su obra (la ciudad y sus murallas) son lo único que hará perdurar su nombre.
  5. Apéndice: una visión del mundo de los muertos – Esta parte, que no es coherente con el resto de la historia, cuenta una historia en que Enkidú aún vivo ayuda a Gilgamesh a recuperar unos objetos que han caído en el inframundo. Al descender al infierno, Enkidú, por incumplir los consejos de Gilgamesh, muere y queda atrapado.

Así pues, el poema épico en su primera parte (las proezas) habla acerca de la búsqueda de gloria, y en la segunda (el viaje), acerca de la búsqueda de la inmortalidad. Es una reflexión sobre la angustia por la muerte, en la que cae Gilgamesh preso de la depresión (Enkidú también es víctima de esa ansiedad antes de morir). El relato encierra la conclusión o moraleja de que la muerte es inevitable y, por lo tanto, que hay que resignarse.

La versión paleobabilónica contenía, incluso, un pasaje donde una tabernera, a orillas del océano cósmico que Gilgamesh cruza en su viaje, le dice que su búsqueda de la inmortalidad no tiene sentido, y que mejor se despreocupe y disfrute la vida: «¡Tú, Gilgamesh, llena tu vientre; día y noche vive alegre; haz de cada día un día de fiesta; diviértete y baila noche y día! Que tus vestidos estén inmaculados, lavada tu cabeza, tú mismo estés siempre bañado. Mira al niño que te tiene de la mano. Que tu esposa goce siempre en tu seno ¡Tal es el destino de la humanidad!»

El libro comprende, pues, una enseñanza epicúrea, o precursora del epicureísmo. Esto mismo asoma en el apéndice donde se describe el infierno. Por ejemplo, al preguntar sobre las condiciones de los muertos («Dime, amigo mío, dime, amigo mío, dime las condiciones que has visto en el infierno») se nos cuenta que están mejor los muertos que en vida tuvieron hijos, y entre más, mejor.

El relato de Gilgamesh nos descubre creencias y mitos de la primera civilización de la humanidad, y cómo influyeron en civilizaciones posteriores: el relato acerca del diluvio, por ejemplo, pervive en la figura de Noé en la Biblia. Entender el origen de estas historias nos hace entender mejor a la humanidad misma.

La civilización sumeria o mesopotámica duró unos 4 mil años ¡4 mil! ¡Dos veces la época cristiana en la que aún vivimos! Y es poco lo que sabemos de ella. Es como si se tratara de otro mundo, otro planeta, otro universo, perdido. La saga de Gilgamesh constituye una pequeña ventana al mismo.

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