Gustave Flaubert: La educación sentimental

Por librosymusica

Idioma original: Francés
Título original: L’Éducation sentimentale
Año de publicación: 1869
Valoración: Imprescindible / *****

En ésta, su tercera novela, Flaubert narra la vida de Frédéric Moreau, un joven de provincia, ambicioso, que junto a su amigo del bachillerato en París, Charles Deslauriers, hace castillos en el aire y sueña con continuar su vida de adulto en la gran urbe, estudiar Derecho y convertirse en un personaje importante. Pero he aquí que, en un viaje por el río para visitar a su madre en el poblado de Nogent, conoce al publicista y comerciante de arte, Jacques Arnoux, y a su esposa. Tan sólo de verla, Frédéric queda prendado de la mujer casada, y ese amor que siente nacer en él termina por modificar sus objetivos y determinar su vida. Al regresar a París, el joven está decidido a buscarla, y todo lo que hace se supedita a su deseo de estar cerca de ella.

Sin embargo, Frédéric es tímido, y no se decide a expresarle su amor a la señora Arnoux, y por lo tanto el sufrimiento se prolonga. Además, ella, en principio virtuosa esposa y madre de familia, pretende ignorar sus insinuaciones. Presa de la frustración, los sentimientos de él se van volviendo más confusos; su carácter se va amargando; sus objetivos profesionales van quedando olvidados, o estos se modifican con el único fin de convertirse en alguien pudiente y de renombre para tratar de impresionar a la mujer. A pesar de que su madre quiere casarlo con una joven acaudalada de Nogent, él no se resigna a ese derrotero y prefiere quedarse en París.

Una jugada del destino cambia su suerte: recibe inesperadamente una formidable herencia por parte de un familiar y ello le permite continuar su vida de soltero burgués en la ciudad. Pero cuando sus devaneos con la señora Arnoux parecen rendir frutos, un malentendido le hace sentirse rechazado. Eso le amarga y corrompe aún más su alma; se pelea con sus amigos y, despechado, se relaciona con una prostituta; derrocha su dinero; pretende a otra mujer casada.

Todas estas aventuras y desventuras sentimentales de Frédéric las narra Flaubert en un tono sosegado, lento, que contrasta notoriamente con el vértigo de su prosa en su anterior novela, Salambó (que describe una guerra en el mundo antiguo). Las infinitas tornas en la narración reflejan al personaje de Frédéric –su indecisión–, pero también son resultado de la filosofía de Flaubert, consistente en apegar su relato a la realidad. Por lo tanto, la historia que se cuenta no está simplificada, ni los personajes idealizados, ni la trama esquematizada siguiendo algún precepto de elegancia. Por el contrario, la historia que se cuenta es compleja y enredada, como lo es la realidad. Hay un factor más: la novela tiene un gran contenido autobiográfico. Flaubert se retrata a sí mismo en el personaje de Frédéric, y apega su relato a sus propias vivencias.

Pero además, Flaubert narra su historia enmarcada por los hechos históricos de la Francia de la época, principalmente en el decenio de 1840. Me parece que, de hecho, esta novela es la primera en inaugurar esta técnica. A lo largo de la novela, Flaubert hace constantes referencias a lo que ocurría en Francia basado en las noticias periodísticas y las crónicas de la Revolución de 1848.

Y precisamente, la historia encuentra su catalizador (si no su desenlace) en la insurrección popular de 1848, que puso fin al reinado de Luis Felipe I, da lugar al establecimiento de la Segunda República Francesa, y naturalmente termina por afectar la vida de los principales protagonistas de la novela: la élite burguesa de París y el propio Frédéric, que presencian revueltas en las calles, enfrentan barricadas, discuten entre sí sobre cuestiones políticas y ven amenazas sus vidas y sus fortunas.

Por ende, hay gran valor en la forma o técnica de la novela. Con ella, Flaubert se convierte en uno de los pioneros en usar el contexto histórico como escenario o telón de fondo. Además, por su apego al realismo, todo lo que él cuenta sobre la Revolución de 1848 –y, en general, la política francesa del siglo XIX– constituye quizá un relato muy veraz, sobre todo en lo que se refiere a las ideas socialistas que subyacen en el movimiento revolucionario (ciertamente, las revoluciones de 1848 fueron movimientos liberales, pero también marcaron el inicio de los movimientos obreros). Flaubert fue en general adverso a esas ideas, y a lo largo del libro muestra que, si bien el socialismo sirvió a la exigencia de mayor democracia, igualdad y justicia social, también era un movimiento de élites corruptas y destructivas, y de ideales disparatados. En este sentido, resulta grato y sorprendente que desde el siglo XIX Flaubert identificó los vicios de los movimientos populistas que perduran hasta nuestros días: no hay nada nuevo bajo el sol.

La novela es también apreciable en cuanto al estilo. Borges decía de Flaubert –su escritor francés favorito– que éste encarnaba la dignidad de la profesión de las letras “como sacerdote, como asceta y casi como mártir”, pues Flaubert creía que para contar algo había una forma óptima, agradable a la vista y al oído, y que había que hallarla en cada frase: a eso lo denominaba encontrar el mot juste, la palabra justa. Si bien esta idea es discutible, es un hecho que ese espíritu animó el perfeccionismo de Flaubert en su escritura; su atención al detalle. Naturalmente, esto es más difícil de apreciar en una traducción que en el original en francés, pero algo de esa minuciosidad prevalece en su obra, en cualquier idioma.

Borges se refiere más que nada a lo admirable en la forma de Flaubert (lo que le convirtió en un narrador impersonal, muy distinto en cada una de sus novelas, y que hizo trascender su figura más allá de su obra o sus personajes: “no menos innegable es que pensar en la obra de Flaubert es pensar en Flaubert… ninguna criatura de Flaubert es real como Flaubert”), pero vayamos también al fondo. La educación se enfoca en dos temas centrales y frecuentes en la literatura francesa (si no europea) del siglo XIX: el adulterio y las deudas (o, de manera más general, el problema del dinero, que incluye además la cuestión de las rentas, las herencias).

El adulterio, en particular, si bien es tema omnipresente en la historia de la literatura desde sus inicios, alcanzó su auge en una parte significativa de las novelas decimonónicas. Entre sus ejemplos se cuentan La prima Bette de Balzac, Madame Bovary del propio Flaubert, Thérèse Raquin de Zola, Una vida de Maupassant, Ana Karenina de Tolstoi y tantas otras. Hay expertos que consideran que esto se debe a que, con el surgimiento de la burguesía, emergió también la preocupación por el destino de la riqueza acumulada y, por ende, temas como el adulterio (relevante porque la progenie que heredaba podría no pertenecer al hombre burgués) y la preservación o pérdida de la fortuna cobraron mayor interés para los que leían libros (“How Infidelity Helped Create the Novel”).

En la parte final de La educación, ya no sólo se trata tan sólo de una historia de amor platónico, sino que la historia del adulterio, el engaño y sus consecuencias cobran mayor importancia. Frédéric, amargado y despechado, se convierte en un cínico que busca el ascenso social tratando de seducir a la esposa de un banquero, y termina no sólo llevando una triple vida viviendo con dos mujeres y añorando a otra, sino que se abandona al derroche de su fortuna personal.

Pero el final deja a uno pensando si no es acaso que Frédéric no pudo escapar a ese destino, y que en realidad no es un cínico, sino un romántico e idealista que en verdad creía en el amor y que además no tenía otra vida o escapatoria posible más que la que le ofrecía la sociedad de la época (si quieres amor y fortuna, sólo los encontrarás en una vida adúltera). Frédéric es un frívolo, pero ¿es un villano o solo una víctima? En una escena casi final, entendemos que el amor entre él y la señora Arnoux era real y correspondido, pero quizá no pudieron o supieron enfrentarse a las circunstancias. En otra escena, él y su amigo Deslauriers reflexionan y se lamentan (Flaubert se lamenta), de que tal vez su mejor recuerdo ocurrió en realidad siendo todavía niños, cuando aún no conocían el mundo y mantenían ilusiones. Todo esto queda abierto a la interpretación, y el libro permite varias lecturas y es aconsejable volver a él para encontrar más pistas o materia para la reflexión.

Flaubert dijo de su novela que había que “leerla para vivir”. La Educación es el relato de la vida de un hombre joven que, por su carácter y por el sino de haber recibido una herencia que le permitió despreocuparse de los problemas materiales, se convirtió en una vida contemplativa en torno a un amor platónico (George Lukács la llamó “novela psicológica de la desilusión”). Y se convirtió así, excepto por el intento final de justificación del propio protagonista, en una vida fracasada.

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